Sobre Mí


De alguna manera has llegado a este blog y quizás te sorprenda su título: “Creencias de un Incrédulo”. Te preguntarás ¿cómo puede ser esto?

Yo soy de esos que tienen que ver para creer, es decir, un escéptico. Mi mente va sobrada de racionalidad y siempre quiere buscarle una explicación a todo. Intenta que nada escape a las leyes de la física. Seguro que tú también conoces a alguien igual, ¿a qué si?

Ya sabemos cómo somos las personas así. Negamos todo lo que no se pueda demostrar científicamente, y para creernos algo tiene que estar refutado por la comunidad científica o haberlo visto con nuestros propios ojos. ¿Te suena alguien así? Pues de esta manera soy yo.

Ahora imagina que una persona de este tipo, escéptica, vive una experiencia inexplicable. ¿Cómo reaccionaría? ¿Crees que cambiaría y se convertiría en creyente? Pues ya te adelanto que no. Intentaría buscar 1001 explicaciones científicas, incluso llegaría a dudar de si lo que ha visto no ha sido un sueño o una alucinación. La mente super-racional del incrédulo se opone a creer algo que no se puede explicar, y esto siempre será así.

Pero ¿qué pasaría si esa misma persona incrédula vive experiencias sobrenaturales de forma reiterada? Es decir, una y otra vez a lo largo del tiempo…

Cuando esto sucede, la persona incrédula caerá en una larga crisis psicológica que incluso le llevará a pensar en ciertos momentos que se está volviendo loco o loca. Su mente no puede explicar esas experiencias y se frustra, porque no las puede aceptar. Se produce una lucha interna entre su razón y lo que perciben sus sentidos, y esta lucha la llevará probablemente en silencio, sin contárselo a nadie o a casi nadie, porque ¿cómo va a contar algo que es contrario a sus principios?

Así pueden pasar meses, años o incluso la vida entera y llevarse el secreto a la tumba. Que lo cuente o no dependerá de la persona, del entorno y de la cantidad de experiencias sobrenaturales que viva, además de lo acontecido en dichas experiencias.

Dicho esto, tengo que confesar que así ha sido mi caso, como describo a continuación. He pasado por una larga crisis psicológica, debida a mi falta de fe y negación de lo que vivía, que me apartaban totalmente de la espiritualidad, lo cual me hundía cada vez más en todos los aspectos de mi vida, sobretodo económicos, y hasta que no comencé a aceptar la verdadera realidad no he podido superarla.

Se puede decir que, como les ocurre en mayor o menor medida a todas las personas, las experiencias de difícil explicación me han acompañado desde que nací: casualidades inexplicables, premoniciones de acontecimientos imposibles de saber, desear algo y ocurrir, conocer a las personas con solo mirarlas, sensaciones extrañas, etc... Aunque en mi niñez y juventud se trataba de acontecimientos de poca relevancia, eran lo suficientemente importantes como para hacerme pensar en ellos sin encontrarles una explicación. De hecho, siempre he sabido que me pasaban estas cosas, pero de igual manera siempre lo he enterrado en lo más profundo de mí mente, como imagino que también hará mucha gente. De niño creía que mi vida era un sueño y en algún momento despertaría. Otras veces pensaba que era un extraterrestre dentro de un cuerpo humano. Me gustaban mucho las ciencias, inventar y todo lo relacionado con el misterio. Tanto es así, que llegaba a sentirme diferente a los demás, me veía más inteligente y maduro que los niños de mi edad. Por tal motivo, no recuerdo mi infancia como una de las mejores etapas de mi vida.

Con esta lucha interior he convivido toda la vida. A veces me dejaba llevar por los sentidos y entraba la fe en mi mente, por ejemplo cuando tenía una experiencia de este tipo, pero no pasaba mucho tiempo antes que la fe fuera expulsada por la razón. Supongo que por este motivo siempre me han atraído las religiones y sus misterios, quizás por intentar encontrar una explicación lógica.

En otro tipo de cosas, puedo decir que me fascina la naturaleza, hasta el punto de que en mi juventud me planteaba irme a vivir a una tribu salvaje, pues nunca he encajado en la sociedad “civilizada” que tenemos. He sido una persona muy justa, preocupada tanto por la justicia social como por la protección de la naturaleza, lo cual me ha llevado a pertenecer a alguna que otra organización. Siempre he sentido un ímpetu por aportar ideas nuevas para mejorar el mundo, y poner en marcha proyectos de esta índole. Por ello, cuando tenía 29 años dejé de trabajar por cuenta ajena, harto de hacer lo mismo todos los días sin poder usar mi potencial creativo. En ese momento decidí hacerme autónomo y trabajar en mis proyectos para beneficio de la humanidad.

En aquel tiempo puse en marcha un servicio de desarrollo de páginas web y otras aplicaciones informáticas, pues veía el gran potencial que tenía la informática para hacer mucho más eficiente las labores administrativas de cualquier empresa. Unos años después puse en funcionamiento otro proyecto, en este caso una de las primeras tiendas on-line de iluminación LED, motivado por las grandes ventajas que tiene este tipo de luminarias para el planeta.

Aun así, tampoco me sentía conforme con lo que hacía, porque al final no era más que un comerciante, y dicha labor nunca me llegó a agradar. Me sorprendían las exigencias de algunos clientes, ello me hacía recapacitar sobre la sociedad que tenemos, siempre empeñada en imponer nuestro propio ritmo a todos y a todo, sin respetar los ritmos de los demás y de la propia naturaleza. El ser humano se cree amo y señor de todo, lo que es una gran insensatez, que solo nos lleva a la infelicidad.

El trabajo de vendedor cada vez me cansaba más, y poco a poco me iba despreocupando de él, además de que veía como las grandes compañías iban apoderándose del mercado y me quedaba sin recursos para poder competir frente a ellas, lo que me fue sumiendo en una crisis económica. Esto empeoraba aún más mi aversión por la vida que llevaba. No estaba realizando la vida que yo quería, una vida en paz, tranquila y feliz.

Así estuve aguantando años, durante los cuales cada vez vivía más fenómenos de difícil explicación, a los que intentaba no hacer caso, de hecho, empezaron a causarme miedo, pues sentía que estaban relacionados con mi precaria situación. Era como si algo sobrenatural estuviera afectándome negativamente en todos los aspectos de mi vida, y para colmo parecía empeñarse es hacérmelo saber a través de esas experiencias. No quería pensar en maldiciones ni cosas de ese tipo, pero tengo que confesar que más de una vez se me pasó esa idea por la cabeza. Paralelamente también empecé a sufrir cada vez más problemas de salud: dolores de espalda y articulares, hemorroides, asma, pérdida de peso, etc. y todos sin explicación médica (ahora sé que son síntomas psicosomáticos).

En los últimos años tuve que necesitar ayuda médica para tratar la ansiedad con ansiolíticos. También acudí a un psicólogo que, aunque en ese momento no lo vi de gran ayuda, me dijo algo muy importante. Me preguntó si yo era creyente, a lo cual respondí que no, y él me contestó: “todos tus problemas se deben a que tienes miedo a la muerte”. En ese momento no sabía lo que eso significaba, pero él me dijo que la mejor manera de solucionarlo era tener fe en alguna creencia. Yo lo miré con confusión, pues en mi mente racional no tenía sentido la fe.

Por fin llegó la crisis del coronavirus y fue la gota que colmó el vaso. El confinamiento me terminó de hundir hasta el fondo, haciéndome pasar por la peor crisis emocional de mi vida, provocándome mucha ansiedad constantemente. Tuve que acudir nuevamente al médico y este no hizo otra cosa que recetarme más ansiolíticos y antidepresivos, que aunque aliviaban un poco, no me sacaban del agobio.

Al final acabé haciéndole caso a mi esposa y visité a una de las personas que han sido claves en mi vida. Se trataba de alguien dedicado a la sanación espiritual, y él fue quien me abrió los ojos para que no los volviera a cerrar más.

A partir de ese instante empecé a hacerle caso a esas vivencias “extrañas” que tenía, y darme cuenta que se trataban de señales que intentaban comunicarme mensajes. Enseguida entendí el significado de estos, y a partir de ahí su número creció notablemente. Durante varios meses me balanceaba entre la fe y la incredulidad, pues mi mente racional seguía forzándome a no creer lo inexplicable. En esos momentos de incredulidad me frustraba muchísimo, pensaba que me estaba volviendo loco, y pedía que me dieran una señal clara para confirmar mi fe. E increíblemente la señal venía con más notoriedad que nunca, dando un perfecto e inequívoco testimonio de su existencia, y ya no solo a mí, sino también a mi esposa, que estuvo de testigo junto a mí en algunos casos.

Comencé a darme cuenta que todo ocurría por una razón, y que nuestras vidas estaban en manos de una realidad superior a nosotros. Incluso empecé a comprender cada vez más que toda mi vida había sido una preparación para lo que venía. Todo cobraba sentido y nada era al azar. Hasta mi excesiva racionalidad tenía una razón de ser.

Los mensajes que recibía me hablaban principalmente de humildad y de mi misión en la vida, que no era otra cosa que ayudar a los demás. Al principio no sabía cómo tenía que hacerlo, intuía que se trataba de sanar psicológicamente a las personas, pero desconocía la forma de llevarlo a cabo. Sin embargo, poco a poco se fue perfilando mi misión cada vez con más exactitud, teniendo más y más clara la labor.

Paralelamente, mi racionalidad seguía buscando una explicación a lo que me estaba sucediendo, que echaba por tierra todo lo que yo había creído hasta ahora. Quería entender qué era esa inteligencia omnipotente que se comunicaba conmigo manipulando la realidad a su antojo, incluidas las personas ¡y hasta a mi esposa y a mi hijo! Pasaba por momentos de mucha confusión, pues no tenía clara cuál era la finalidad de todo, de la vida, del Universo… ¡Quería encontrarle una explicación a lo inexplicable para poder creer lo increíble! Era una locura sin sentido que me hacía cuestionarme la realidad, ¿estoy soñando? ¿todo el mundo se ha puesto de acuerdo para engañarme?... Era como cuando sales confuso del cine tras ver alguna película de ficción, pero en mi caso ni era una película ni solo duraba dos horas. Me frustraba muchísimo, pero bastaba sentir la más mínima señal para que toda esa frustración se transformara instantáneamente en una inmensa paz y alegría, al percibir que no estaba abandonado, o mejor dicho, que no estamos abandonados. Aunque no lograba entenderlo, existe algo que solo quiere nuestro desarrollo espiritual para convertirnos en amor incondicional hacia todos y todo.

Empecé a escribir todo lo que me iba pasando, al principio para tenerlo como prueba de que mis experiencias ocurrían de verdad y no las estaba soñado, y luego porque sabía de alguna manera que esos escritos servirían para ayudar a otros. De hecho, cada vez sentía una mayor necesidad de publicar mis experiencias, era como si esa inteligencia suprema me forzara a ello, incluso en sus mensajes me animaba a hacerlo. Durante un tiempo rehusé de contar nada, por miedo al “qué dirán”, pero esa oposición me causaba una gran ansiedad que aumentaba rápidamente según pasaba el tiempo. Hasta que poco a poco empecé a contárselo a las personas de más confianza y la ansiedad desapareció.

Pero sabía que los mensajes que recibía no eran para contárselos solo a mis allegados, porque eran para toda la Humanidad. Me sentía como cuando alguien se apodera de algo que no es suyo y siente la necesidad de dárselo a sus dueños. Esos mensajes me estaban siendo entregados para que yo los difundiera a todo el mundo. Por otra parte, me llenaba de orgullo y satisfacción el solo pensar en la labor que tenía entre manos, ¡tremenda labor!

Ahora encontraba el sentido a mi vida, todo encajaba: mis ganas de mejorar el mundo,  mis preocupaciones por los problemas de la sociedad actual, mi forma de ser, mis gustos... todo lo que yo había sido siempre estaba preparado para este fin, había nacido para esta misión, y la vida me estuvo forzando para que me dedicara a ello. ¡Esas etapas "negativas" por las que había pasado solo me estaban empujando para que tomara el camino correcto!

Incluso hasta mi incredulidad tenía razón de ser, pues la mente del incrédulo es la más "limpia" que existe, ya que no acepta creencias ni nada que no tenga una base sólida, y todo lo que entra en ella debe ser estrictamente filtrado por el razonamiento. De este modo, el mensaje divino es transmitido a la Humanidad de forma más pura, sin teñirse de creencias y tradiciones.

A partir de ese momento todo empezaba a marchar bien en mi vida. Comenzaba a vivir cada día con mayor felicidad, y los problemas económicos iban desapareciendo sin que yo luchara por ellos, lo cual me sorprendía, pues me había pasado toda la vida preocupándome por mis negocios ¡y ahora parecía que los bienes venían solos! Solo ponía mi atención en mi misión espiritual y todo lo demás fluía como por arte de magia, sin que yo tuviera que preocuparme. De hecho, me quedó muy claro que el sustento está garantizado para todo aquel que se dedique a realizar su misión en la vida, aquella para la que ha nacido.

Ahora sé con seguridad que los pensamientos que tenía en mi niñez son ciertos, la vida es un sueño hecho realidad y somos extraterrestres con cuerpo humano. Por eso te digo que disfrutes de esta maravillosa experiencia que es la vida, porque es el mejor regalo que podemos tener. Mi caso no es ninguna excepción, todos tenemos una misión en esta vida y todos tenemos esa conexión con la Divinidad. ¡Descubrirla es el camino a la felicidad!

Con el fin de poner en marcha mi labor decidí crear esta web, para ir volcando en ella todos los mensajes que voy recibiendo y hacerlos públicos de esta manera. ¡Solo deseo que te sean de gran ayuda!

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