Deja Fluir a Tu Espíritu
El camino de la vida es un valle en forma de U que debemos recorrer de la misma manera que lo hace un río.
Si dejamos fluir al espíritu recorreremos el
valle por su parte más honda, igual que el río. Pero el valle de la vida tiene
sus laderas repletas de atractivos árboles con deliciosos manjares, interesantes
cumbres con hermosas vistas, sorprendentes y enigmáticas grutas que nos pierden
por el interior de la tierra, asombrosos animales que nos despistan de nuestras
ruta y mil maravillas más.
Todos ellos son placeres temporales,
pero nuestro ego, que también es temporal, está deseoso de deleitarse con
ellos, e intentará hacerlo una y otra vez, apartándonos del río y haciéndonos
subir por todo tipo de terrenos, algunos muy peligrosos. Quiere satisfacer sus
sentidos y su curiosidad de probar. Pero al ser placeres temporales, una vez
que los prueba dejan de hacer efecto, y debe volver a probar si quiere seguir
deleitándose con ellos. Porque ningún manjar dura para siempre, y su gusto
termina una vez que lo hemos comido.
Y cuanto más nos alejamos
del río más pronunciadas son las laderas, y más trabajo nos costará caminar por
el valle de la vida. Alcanzar las altas cumbres conlleva un enorme esfuerzo y
sacrificio, además de los peligros que entraña andar por las alturas.
Las empinadas pendientes del
valle son sofocantes y nos pasan factura. Nuestro cuerpo se agota y cada vez
nos cuesta más continuar. Para aliviar el cansancio buscamos frutos que nos
llenen de energía, y elegimos caminar por puentes colgantes a cambio de pagar
peajes que nos obligarán a alcanzar cumbres cada vez más elevadas.
Volver al acogedor y sereno
cauce del río parece tornarse más y más difícil.
Pero nuestro espíritu
sediento desea volver a su entorno, volver a fluir como antes lo hacía, libre y
en paz. Fluir como agua que es, limpio y transparente. Por ello, al ego le costará
cada vez más llevarlo a sus espaldas, lejos del río. Hasta que rendido de tanto
cargar, se dé cuenta que todo su
sufrimiento desaparecerá volviendo a la seguridad del río, y liberando al espíritu para que fluya
felizmente con la corriente.
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