¿Por Qué Perdemos la Fe?

A continuación vamos a enumerar y estudiar las causas que nos hacen perder la fe:

 

Por exceso de racionalidad:

La razón nos induce a creer solo lo explicable, descartando todo aquello para lo que no encontramos explicación.

Pero debemos ser conscientes que el hecho de no tener una explicación para algo no significa que ese algo no exista. La mente tiende a ocultar e incluso negar todo lo que no puede explicar, probablemente por miedo a lo desconocido, y eso puede llevarnos a error.

 

Por ocultación de la fe por miedo (vergüenza):

Dado que hoy en día la fe no suele ser un tema de conversación habitual parece que no existe. La gente acostumbra a llevar la fe en silencio, por vergüenza o miedo al qué dirán, y dado que somos individuos de rebaño, creemos y hacemos lo que vemos que creen y hacen los demás, si no vemos la fe en otros pues tampoco la desarrollamos y mostramos nosotros.

 

Por ocultación de revelaciones:

Por el mismo motivo de antes, las personas que tienen experiencias sobrenaturales las suelen ocultar.

Pero en este caso el daño generado es mucho más grave, porque las revelaciones sobrenaturales están para que las personas que las experimentan den testimonio a los demás de la existencia divina. Las revelaciones son el único nexo de unión visible con la Divinidad, por lo que hacerlas públicas es primordial para desarrollar la fe.

El motivo principal que provoca la ocultación de las revelaciones es el posible miedo a la Divinidad, a la sociedad, a las creencias religiosas…

 

Por la dificultad para justificar el mal del mundo:

Muchas personas dudan de la fe porque no concilian la existencia divina con el mal existente en el mundo. Creen que si existiera la Divinidad, esta no permitiría el sufrimiento.

 

Por el “deterioro” de la religión:

Las creencias religiosas tienen una base inspirada en el mensaje divino, pero también suelen tener ideas que han surgido de la razón humana, y que incluso algunas veces van en contra del mensaje divino.

Esto ha hecho y continua haciendo mucho daño a la religión, y por ende a la fe. Y no solo porque manipula el mensaje divino, sino también porque niega en muchas ocasiones las experiencias místicas que puedan experimentar las personas, incluso llegando a condenarlas, lo cual provoca la ocultación de las revelaciones por parte de estas personas.

 

La fe es el acto de la creencia en algo sobrenatural, inexplicable por el intelecto, que contradice las leyes de la naturaleza. Se contrapone a la razón y, por tal motivo, carece de lógica. Básicamente se origina a partir del testimonio de algunas personas que experimentan vivencias de diferentes maneras, siendo todas ellas inexplicables para la ciencia. Estas experiencias tienen en común la comunicación con una entidad inteligente y transcendente al mundo conocido, que demuestra la existencia de una realidad que va más allá de la física. Esta comunicación transmite un mensaje de ayuda que pone de manifiesto un sentimiento benevolente hacia nosotros, demostrando un gran empeño en que aprendamos a ser humildes para alcanzar la felicidad. Las personas que tienen estas experiencias se sienten arropadas y queridas por esta entidad, haciéndoles saber que no estamos solos y abandonados. Esto solo puede significar amor.

Pero dado que estas experiencias son escasas y contrarias al razonamiento humano, es difícil creer en ellas cuando no se experimentan directamente. Incluso aquellos que las han experimentado, les cuesta muchas veces continuar creyéndolas pasado un tiempo. Es como se la mente las tratara como un sueño y quisiera apartarlas de la realidad, quizás por la molestia que le produce a la razón, la cual se siente incómoda por no poder comprenderlas.

Vencer ese rechazo innato a creer lo increíble es la labor de la fe. Por ello cuesta mantenerla, y por ello hay que realizar un gran esfuerzo para no perderla. Por tal motivo, la fe se considera una virtud.

Pero ese trabajo de mantenimiento de la fe se ve enormemente recompensado por los beneficios que esta nos aporta. De hecho, no existe otra cosa que produzca mayor tranquilidad que la fe. Confiar en que algo vela por nosotros, por nuestra felicidad, nos da paz, y el tener la seguridad de que la vida continua después de la muerte eleva esa paz a su máxima potencia.

La fe nos da seguridad, porque nos hace sentirnos arropados, queridos, guiados… de una manera que está por encima de como lo haría la mejor madre o padre del mundo, porque la Divinidad no duerme y siempre está con nosotros, formando nosotros parte de ella.

No tengo miedos, porque siempre está ahí para ayudarme, y todo lo que tenga que sucederme será siempre por mi bien. No temo la muerte porque es mi pase al amor infinito. Ni me preocupa su hora, porque será cuando tenga que ser, en el momento justo y perfecto en que mi labor en esta experiencia terrenal haya acabado.

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