El Miedo, Nuestro Peor Enemigo
El miedo es una emoción que se desata cuando el cerebro siente un peligro. Nos pone en modo de alerta y huida del peligro, provocándonos ansiedad.
El peligro se puede sentir por los sentidos, pero también basta con imaginarlo. Es decir, el simple hecho de pensar en el peligro puede desencadenar el miedo.
Cuando el peligro se mantiene en el tiempo, el estado de ansiedad también lo hace, provocándonos un desgaste mayor de lo habitual sobre el organismo. Si la situación no cesa, los problemas aumentarán progresivamente, generándonos cada vez más trastornos psíquicos (depresión) y también físicos en nuestro cuerpo, denominándose a estos últimos síntomas psicosomáticos.
Los síntomas psicosomáticos abarcan todo tipo de dolencias: problemas digestivos, respiratorios, coronarios, dolores musculares y articulares, dolores de cabeza, alergias, asma, diabetes, etc... que a la larga pueden desembocar en enfermedades muy graves e incluso la muerte.
El cerebro, basándose en las experiencias vividas, graba los eventos que deben desencadenar miedo. Es decir, asocia la emoción de miedo a las ideas que deben desencadenarlo. Así por ejemplo, hay gente que asocia la idea de perro al miedo, o la de araña, cucaracha, etc... Una vez hecha esta asociación, el cerebro pondrá en marcha la respuesta del miedo cada vez que sienta o piense esa idea, como si de una alarma se tratara.
Las ideas desencadenantes de miedos son muchas más de las que creemos. Normalmente solemos pensar solo en animales que nos pueden atacar, miedo a las alturas, a ahogarnos en el agua... Pero el miedo abarca muchas otras ideas más frecuentes y sutiles de nuestra vida cotidiana.
Por ejemplo, esa persona que nos cae mal, problemas laborales, económicos, familiares, domésticos, vecinales, de salud tanto de nosotros como de nuestros familiares, compromisos difíciles de cumplir, miedo a llegar tarde (prisas), etc. Y también son muy importantes los miedos causados por todo aquello que nos preocupa: lo que otros pudieran pensar de nosotros, nuestra estética, las acciones que no nos gustan realizadas por otros, la competitividad con los demás, la convivencia y un largo etcétera que engloba todo aquello que nos causa inquietud, siendo probablemente todas estas experiencias cotidianas las principales responsables de nuestros miedos y, por tanto, de nuestra ansiedad.
La asociación de la idea causante del miedo con la emoción de miedo se puede realizar exponiéndonos al "peligro" o aprendiéndolo de otras personas sin necesidad de exponernos.
Deshacer esta asociación no es fácil, pero existen diversas técnicas para lograrlo.
La forma más fácil de evitar el miedo es no exponerse al peligro y no pensar en él. El problema está en que en la mayoría de los casos es inevitable no exponerse al peligro, porque forma parte de nuestra vida cotidiana.
En otros casos el problema está en que nos obsesionamos con el miedo y no podemos dejar de pensarlo. En este sentido son muy apropiadas las técnicas de relajación y mindfulness entre otras, con las cuales lograremos dejar de pensar constantemente en el peligro y, por tanto, cesará el miedo crónico.
Para todos los casos existe una técnica muy sencilla y eficaz para bajar la ansiedad, que solo nos llevará 10 minutos realizarla todos los días. Se trata del Entrenamiento Autógeno de Schultz, que ya tiene casi un siglo de existencia y sigue siendo una de las mejores terapias, si no la mejor, para disminuir drásticamente la ansiedad y, sobretodo, los síntomas psicosomáticos. Tiene una gran evidencia científica y se ha demostrado que es capaz de eliminar completamente el asma, entre otros muchos síntomas, incluso las personas tratadas con esta técnica suelen dejar de necesitar tomar ansiolíticos y antidepresivos. Se trata de unos ejercicios muy simples que podemos realizar en casa todos los días. En la sección RECURSOS se explica cómo realizar esta técnica.
Por todo lo explicado, vemos que podemos frenar el miedo desde dos frentes:
- Desasociando de la emoción de miedo la idea desencadenante de este.
- Logrando que nuestra mente no piense constantemente en la idea desencadenante.
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